11.10.07

Cuerpo de goma

No la soporto más. Hace un globo, explota, clac, clac, otro globo, grande como su cara y explota, clac, clac. Yo creo que ella calcula el diámetro de sus globos y debe estar jugando una competencia consigo misma. Ojalá un día haga un globo tan pero tan grande que le tape la cara, y el globo crezca, y le cubra la panza, y crezca, y ella no lo pueda hacer explotar, y el globo siga creciendo, y ella se quede sin aire, pero el globo va a seguir creciendo hasta llegarle a los pies, la va a envolver y se la va a digerir, como si fuera un estómago gigante. El globo la empieza a masticar, aunque no la lastima porque no tiene dientes, mientras ella lame las paredes de chicle, y juntos, felices para siempre, rueden por las escaleras. Clac, sigue con el clac, clac. Un día le voy a aplastar ese chicle contra la cara y va a hacer paf, eso voy a hacer. Debería estar prohibido mascar chicle en la oficina. Todo esto empezó desde que no se puede fumar. Antes me molestaba el humo porque el aire era un olor amarillo que se pegaba en los muebles, que corroía las paredes, se impregnaba en la ropa, sin contar los pulmones, pero ese mascar, clac, clac, y ella sigue ofreciéndome, tiene el descaro de ofrecerme sus Beldent y sabe que los odio, como a los Malboro, o más, ella lo sabe muy clarito, ya se lo dije mil veces, y lo hace a propósito. Prefiero cuando se va a la calle y fuma, cada vez se va más a la calle, cada vez trabaja menos. Pero cuando está acá, siempre con esos chicles en a boca. No sé cómo el marido la soportará, toda la tarde, toda la noche dale que te dale con el chicle. ¿En la casa fumará? Peor, dale que te dale con el cigarrillo, un olor, un gusto debe tener en la boca, todos gastados los dientes. O quizás el marido también implementó la ley en su casa y no la deja fumar más adentro. Entonces cuando sale a fumar se encuentra con algún vecino a quien su mujer le hizo lo mismo, y se juntan porque son los únicos que se soportan con ese gusto. Se mezclan sus lenguas con los cigarrillos, se queman, se abrazan, pero no se besan porque no pueden dejar de fumar. Así no se puede trabajar, le voy a decir al jefe. No se fuma. No se masca chicle, y menos con la boca abierta, parece una nena, y tampoco haciendo globitos. Habría que meterle los dedos en la boca, y aunque ella apriete los dientes, sacarle la bola de chicle. Tiene una bola porque se mete uno, al rato otro, y al rato otro chicle más, sin sacarse ninguno. Dice que hace eso porque el primero ya perdió el gusto, pero si ya perdió el gusto ¿por qué no se lo saca antes de ponerse el segundo? ¿Qué otras cosas hará aunque para ella hayan perdido el gusto? ¿Besar? Para mí mastica la lengua de quien está besando, pensando que es un chicle, si a esta altura debe ser el único gusto que siente. ¿También se acostará con un chicle en la boca? Debe ser por eso que se cortó el pelo: una mañana se despertó y tenía el chicle pegado. Se cortó ese pelo rubio, lindo, aunque lleno de humo, casi que parecía negro, como si sólo fuera un poco amarillo, casi teñido. Se le mezclaba el olor del champú con el humo, como si acabara de llegar de una fiesta, con el cabello limpio, bien peinado todavía, pero con tufo a encierro, a humedad. ¿Con quién estaría ella en esas fiestas? Llega demasiado contenta como para haber estado con el marido. ¿Tendrá marido? Porque en realidad nunca habla. Sólo separa los labios para llevarse cosas a la boca: cigarrillos, chicle, comida, todo con c, clac, clac, clac. Debe tener una aventura con el cadete, con el contador, o con el conserje.
Basta, tengo que seguir trabajando, pero así no me puedo concentrar, voy a jugar un rato a esto de los numeritos. Si pongo un ocho acá, no, no sé. Acá o acá tienen que ir el tres y el cuatro, entonces ya estarían en esta columna: acá va el siete. Es como una pareja. Van estos dos y tiene que ir un tercero, pero no sabe dónde, más cerca de quién, aunque sólo amenazando, cerca, casi como para olfatear el olor a cigarrillo pero no al lado, sin tocarse, ni en la misma fila, ni en la misma columna, ni en el mismo cuadradito. Me quedé. Acabo de poner un siete, qué más puedo hacer. Sigue con el clac, clac, no me puedo concentrar así. Cuando hace puf, cuando explota, es cuando más se huele el chicle, se huele como el cigarrillo. Si por lo menos ella estuviera leyendo en vez de clac, clac, y un globito, y se ríe cuando hace puf. Sonríe. No a carcajadas. Linda sonrisa. Las mejillas se le ponen coloradas y con una hendidura, unos pocitos al lado de los labios, rojos los labios, delgados los labios. Si no fuera por esos dientes amarillos. ¿Qué habrá besado con esos dientes? ¿A cuántos habrá mordido? Ella debe meter todo en su boca, y clava sus dientes amarillos, aprieta fuerte, hasta sacarle jugos al cuerpo, como si fuera un bubalú, y se lo traga. Debe hacer eso con un chicle en la boca, que queda pegado en el otro cuerpo, y después cuando está todo húmedo dentro de ella, el chicle se despega, y se queda flotando. En su vientre debe haber un mar de chicles. ¿Será cierto eso de que se quedan pegados en los pulmones por diez años? ¿Ella dónde los tendrá pegados? Si pulmones casi no le deben quedar, con todo lo que fuma. Debe tenerlos corroídos por la nicotina, un agujero negro, una peste que le va ganando el cuerpo. ¿En los agujeros los va a tener pegados? En los pechos, ahí los debe tener. Como si fuera adentro. Donde va toda la grasa, todo lo blando, todo de chicle. ¿A quiénes les puede gustar eso? Chupar hasta sacar leche de las gomas de mascar. Las tetas de silicona deben ser como de chicle. Sólo a ellas les puede gustar eso, a las que quieren que todos las miren, las que quieren que nadie dude que sus cuerpos de goma son para mascar. ¿Tendrá marcas rojas? ¿Dejará que sus amantes le dejen la firma? Sus pezones deben estar muy rojos de tanto succionar, un poco erosionados, quizás, de que se los chupen tanto. Y ella puede fumar porque su cuerpo de goma no se prende fuego. Como si fuera una muñeca de plástico, y en vez de goma espuma, estuviera rellena con ceniza. Habría que cortarle el cuerpo para que se deshaga, para que vaya dejando un reguero de ceniza gris por el camino, gris canoso, no rubio como su cabello. Habría que atrinchetarla, clavarle la trincheta que hay en su cajón y nunca debe haber usado. O las tijeras, que también deben estar oxidadas. Pero no clavarlas en las tetas porque así engaña a todos. Así ella debe haber llegado acá. A cuántos les habrá mostrados sus tetas para ocupar ese escritorio. Y bastante disimulada, porque que yo sepa, nadie lo sospecha. ¿O lo saben todos y se están riendo de mí? ¿Habrá que pedirle favores? Debe ser por eso que nadie le dice nada cuando clac, clac, clac, globito, puf. ¿Cómo habrá que hacer para tocarla? ¿Enfrentarla en el ascensor? ¿O debe ser abajo cuando van a fumar? Siempre la acompaña alguien, debe ser ahí. ¿O cuando van todos juntos a comer? ¿Será distinto si son todos juntos? ¿Una sola vez todos juntos, o varias veces? Y yo me estoy quedando afuera. Tendría que sumarme para clavarle mis dedos en su cuerpo de goma, si total no le va a doler, dejarle todo marcado para que no pueda engañar a nadie más, hasta en los ojos le voy a dejar un círculo violeta. Ella y yo. Ese clac, clac, puf, vale por ella y yo, nadie más. Quizás le tengo que aceptar los Beldent cuando me ofrece con esa sonrisa, con esa hendidura en las mejillas. La próxima vez le tengo que aceptar. Y qué hago después con el chicle en la boca. ¿Me lo trago? ¿no se quedará pegado en el pulmón? ¿O conviene que los acompañe a comer? Quizás debería. Es que me molesta cómo la gente mastica. Esos dos que tienen la Nuez de Adán, y se ve cómo sube cómo baja cuando tragan comida. Y se escucha el glup glup de la bebida. Seguro que se ríen, y conversan a los gritos. Y ella, debajo de la mesa, debe tocar a alguien con sus piernas. Largas las piernas. Con sus medias negras. Todos saben que estará acariciando a alguien pero hacen como si nada porque es parte del juego. Arriba de la mesa deben estar comiendo el menú uno, y abajo debe haber una ensalada de piernas ¿Quién será su preferido? ¿Se saca los zapatos, acaricia con los pies, los mete en la entrepierna y aprieta? ¿Toca a todos? A las mujeres también. El pie debajo de la pollera, se asoma, calienta. Despacio, con fuerza. El pie en la bombacha. Las manos arriba de la mesa, comiendo, todos sonríen, y alguien chupa un fideo que le cuelga de la boca, y el pie debajo, y no se ve nada, sonríen y no saben a quién está tocando, quizás a varios, quizás a nadie, porque después nadie habla. En realidad nunca toda a nadie y está engañando a todos.
Basta, tengo que seguir trabajando. Voy a jugar a esto de los numeritos así me puedo concentrar de una buena vez. Clac, clac, con más fuerza. Se levanta. Clac, clac, está haciendo un globo muy grande, camina hasta el baño. Puf, el globo explota. Si pongo un dos acá. No, así no puedo. En esta oficina donde el olor a chicle se pegotea en todos lados, no se puede trabajar.

Septiembre 07